7 de octubre de 2005

Memorias de Lecturas 63: La llaga. Robert Jordan

Continua en este volumen la historia iniciada en Desde dos Ríos y seguimos las andanzas del grupo de amigos salido de Campo de Emond perseguidos por los Trollocs y demás sirvientes del Señor de Mal, mientras que Moraine, la joven Sedai que los acompaña cada vez esta más convencida de la importancia de Rand en el devenir del mundo. En esta ocasión el grupo de amigos se divide en tres partes, durante un tercio de la novela, volviéndose a reunir para afrontar el desafío final.

La sombra de Tolkien sigue siendo una constante en esta entrega aunque, al igual que sucedía en el tomo anterior, conforme avanza la historia va cogiendo un vuelo propio, sin conseguir, eso si, liberarse nunca del peso de la obra del autor sudafricano.

Como es lógico en este segundo volumen la acción va creciendo en ritmo e intensidad, aunque la excesiva minuciosidad del autor estropee algunas escenas, cortando innecesariamente el transcurso de la acción.

Si hay algo atractivo en esta saga es la inmensidad del mundo planteado por el autor, inmensidad de la que solo se nos dan atisbos, afortunadamente por que si no, viendo lo prolijo que es el autor seria interminable solo esta primera entrega, pero que ya indica que la acción seguirá durante muchos volúmenes.

Lo que siguen sin cuajar son los personajes, en especial la figura de Rand, un alter-ego de Frodo Bolson, pero que carece de la fuerza de este, limitándose a ser un personaje junco, golpeado por las fuerzas que mueven el mundo, pero sin dar en ningún momento la sensación de controlar su destino. Algo mejor construidos están los personajes femeninos del grupo, que tiene más peso conforme avanza la historia.

En resumen un final digno, aunque tampoco como para tirar cohetes, de esta primera entrega, que anticipa lo que puede venir después y de la que debe ir librandose de la losa que supone “El señor de los anillos”, por que si no, no se explica el éxito de la serie.

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